​"Dos diciembres. Setecientos treinta días y la nieve sigue cayendo como ceniza sobre un recuerdo. Se suponía que la Navidad era luz, promesa, una canción. Para mí, es el eco de un silencio que lo abarca todo, y el recordatorio punzante de lo que nunca fue. No quiero que nadie la celebre. No aquí. No más."​Desde que perdió a su esposa Elena y a su hijo nonato en un trágico accidente de Nochebuena, Shane Vans ha convertido su mansión en una cripta de luto. Ha prohibido la alegría, el sonido, y sobre todo, cualquier mención de la Navidad, aferrándose al dolor como a su última conexión con el pasado.​Shane se ha condenado a ser el guardián de su propia miseria, hasta que su abuela, Elvira, cansada de verlo marchitarse, rompe sus reglas: contrata a Sofía, una madre soltera al límite, para que sea la compañía que la casa necesita.​Sofía, desesperada por darle estabilidad a su hija de cinco años, Lía, ve en la mansión de Shane la única oportunidad de refugio y protección legal. Pero Lía, con su risa y su curiosidad por las luces y los adornos prohibidos, es un recordatorio constante de la vida que Shane perdió, convirtiéndose en el peor tormento de su anfitrión.​El conflicto se agudiza cuando el peligro amenaza su frágil refugio: el pasado de Sofía, encarnado en su exesposo, jura arrebatarle a Lía antes de Navidad.​Ahora, con el reloj corriendo, Shane se debate entre el fantasma de su dolor y un incipiente, y aterrador, instinto de protección.​¿Podrá Lía, el pequeño ángel de la Navidad, deshelar el corazón de Shane a tiempo para que él salve el futuro de ambas, antes de que la oscuridad se lo arrebate todo por segunda vez?