Su primer aliento fue el último de su madre. Nació entre gritos, luto y silencios, bajo el techo del hombre más temido de Sicilia: su abuelo, el Don de la Cosa Nostra. Fue su nieta preferida, su herencia más preciada… y también su maldición. Porque desde que murió, el apellido Lombardi se volvió una carga pesada sobre sus hombros. Criada por un padre ausente —Emilio Rinaldi, frío como el mármol y más interesado en el poder que en su hija—, Isabella aprendió a sobrevivir en un hogar que no era suyo. Su madrastra, venenosa como el arsénico, la castigaba por existir. Su hermanastra, la odiaba con una furia que no tenía explicación, solo celos y resentimiento. Cada rincón de su infancia fue una guerra en silencio. Pero Isabella resistió. Calló. Observó. Y esperó. El único que alguna vez la vio de verdad fue Santiago Russo, el capo de la Camorra napolitana. Santiago no ofrecía cariño, pero sí respeto. Fue quien le enseñó que el silencio puede ser un arma afilada, y la debilidad, un disfraz útil. Él la protegió en las sombras… pero también la ató a un destino que ahora empieza a cobrar su precio. A los dieciocho, Isabella descubre que su vida ha sido negociada. Un pacto sellado años atrás entre Santiago y el Don: para unir a la Cosa Nostra y la Camorra, Isabella deberá casarse con Thiago Russo, el nuevo jefe de los napolitanos. Frío, calculador, arrogante, Thiago no cree en el amor, ni en los compromisos forzados. Mucho menos en una muchacha a la que considera poco más que una molestia. Para él, Isabella es solo una ficha más en el tablero. Para Isabella, Thiago es el lobo que pretende encerrarla en una jaula. Pero ella no ha llegado tan lejos para obedecer. No quiere amor. No cree en cuentos de hadas. Quiere poder. Quiere libertad. Y está dispuesta a enfrentarse al mismísimo diablo si hace falta. Sin embargo, en un mundo donde las mujeres son tratadas como propiedad, donde las balas mandan y el amor es una debilidad mortal… Isabella y Thiago se verán obligados a convivir. A odiarse. A conocerse. A destruirse, tal vez. Y mientras los cadáveres se acumulan, las lealtades se rompen y el pasado reclama venganza, solo una pregunta queda en el aire: ¿Será Isabella capaz de doblegar al temido Thiago Russo… o será él quien la arrastre al abismo con él? Porque en esta historia no hay príncipes. Solo mafiosos. Y la sangre siempre se cobra su deuda.